Songokumanía: El Big Bang del Manga (Edicions Xandri, 2016) es un ensayo creado por Oriol Estrada, editado en castellano y catalán, que indaga en el fenómeno social conocido como Songokumanía que irrumpió en la década de los noventa del siglo pasado en España, habiéndose iniciado en Cataluña. A través de once capítulos, Estrada plasma los testimonios de varias personas que, ya sea como empresarios o como fans, fueron testigos de cómo la llegada de Dragon Ball a la televisión supuso el big bang del manga en el territorio español. Por ello, esta obra está repleta de anécdotas llenas de las luces y las sombras que rodean la fama de la obra estrella de Akira Toriyama en nuestra tierra. Asimismo, el autor estructura su obra en: antes de la Songokumanía, durante y después. Acompañadme en este viaje por la Historia de Dragon Ball.
Tanto en el prólogo de Marc Bernabé, traductor en Daruma Serveis Lingüístics, como en el epílogo de David Hernando, director editorial de Planeta Cómic, se alaba la pieza ensayística de Estrada. Ya inmersos en el relato social que desentrañan las páginas de Songokumanía: El Big Bang del Manga se muestran los resultados de las averiguaciones que el autor ha recopilado en este repaso del aterrizaje de Son Goku en los noventa. En primer lugar, se contextualiza que el estado del tebeo en España hasta los ochenta estaba predominado por el cómic norteamericano con pesos pesados del sector como DC Comics o Marvel Comics, siendo las viñetas japonesas un producto exótico para los lectores de cómics. Sin embargo, el manga pululaba por nuestro país con historietas que publicaban revistas como El Víbora donde vieron la luz obras de Yoshihiro Tatsumi, cultivador del gekiga, animes como Marco, Heidi, Mazinger Z y Candy, Candy y la película Akira, gracias a la cual la animación japonesa empezó a ser vista con buenos ojos por ciertos círculos underground.
Sin embargo, no fue hasta la emisión de Dragon Ball en televisión cuando lo japonés sacudió como un terremoto a miles de españoles. Según la investigación realizada por Estrada, la serie se emitió por primera vez en Galicia, 08 – 02 – 1990; en Cataluña, 15 – 02 – 1990; y en Euskadi, 18 – 02 – 1990; debido a la adquisición de la licencia por FORTA (Federación de Organismos de Radio y Televisión Autonómicos). Por otro lado, el autor relata las primeras impresiones de algunas personas cuyo trabajo hoy en día está enfocado o a Dragon Ball o al manga. Tal es el caso de Anna María Meca, a quien le apasionó el opening; Manu Guerrero, que resalta el carácter surrealista y épico de la serie u Oscar Valiente, que remarca el acierto de que en lugar de episodios autoconclusivos hubiera tramas extensas dosificadas en capítulos.
En relación a los primeros años de Bola de Drac en Cataluña, se remarca la anécdota de cómo Oleguer Sarsanedas, jefe de programación de TV3 en la época, se vio abrumado por los cientos de llamadas que recibieron en las oficinas de TV3 al finalizar episodio 26 de la serie, dejando la final del 21º Tenkaichi Budokai inconclusa. Ante la demanda de niños y niñas catalanes, incluyendo al hijo del propio Sarsanedas, para continuar la emisión de este anime, la siguiente tanda de capítulos se licenció a través de la empresa francesa AB Group. Junto a esta historia, va ligado otro hito nacido en Barcelona que trata sobre el tráfico de fotocopias de Dragon Ball que tenía su centro neurálgico en el Mercat de Sant Antoni de la ciudad condal. Este primer merchandising artesanal y de baja calidad fue el primer contacto en papel para cientos de fans de la serie de Cataluña al resto de España.
La fuente de estos artículos era diversa, ya que a veces se trataba de fotocopias de páginas de la revista francesa Dorotheé dedicados a Dragon Ball o fanarts de la serie elaborados por algunos aficionados. El siguiente paso fue la aparición de los números 6, 7 y 8 de Kiusap donde Cels Piñol recopiló en un álbum una serie de fotocopias. Todo esto impulsó a miles de personas avispadas a ganar dinero con la venta del artículo rey de una copistería. La seducción de este producto fue disminuyendo para algunos con la llegada de la serie blanca del manga publicada por Planeta de Agostini en mayo de 1992 con motivo del X Salón del Cómic de Barcelona. El autor, a partir de testimonios claves del proceso de adquisición del manga de Dragon Ball, desmenuza con afán detectivesco los dimes y diretes que les sucedieron a Montserrat Samón, secretaria de Antonio Martín que era el director de la editorial en la época, y Chigusa Ogino, agente asociada de Tuttle Mori. Sin ellas negociando desde Planeta de Agostini y como representante de la editorial nipona Shueisha, respectivamente, la obra estrella de Akira Toriyama habría llegado de otra manera en su formato de papel.
No hay luz sin oscuridad. Las voces discordantes, odios y censura hacia Dragon Ball le han acompañado en España desde siempre. En este ensayo se comentan una recopilación variopinta de las declaraciones más tenaces que aparecieron en la prensa de la época y que, en resumen, identifican a esta serie como enemiga de la cristiandad, incitadora a la violencia y responsable de los males del mundo. Por otro lado, la magnífica acogida del manga publicado por Planeta de Agostini y el hecho de que en Cataluña se emitiera Bola de Drac desde el 15 – 02 – 1990 hasta el 28 – 09 – 2001 de forma casi seguida, contribuyó a que la Songokumanía se expandiera por todo España con la emisión de este anime en Canal Sur, Tele Madrid, Canal 9 y, más recientemente, en Cuatro o en Boing. A su vez, surgieron fanzines como Manganime de Oscar Valiente, revistas especializadas en manga y anime como Kame, Kabuki o Neko y parodias desternillantes como Dragon Fall de Nacho Fernández y Álvaro López.
Todos estos ingredientes y muchos más sumaron fuerzas para que del big bang del manga pasáramos a la formación de galaxias con el aterrizaje de manga y anime a lo ancho y largo del territorio español. En cuanto al estilo narrativo de Estrada, cabe destacar que utiliza referencias a tecnologías analógicas en boga a finales del siglo XX y que despertará recuerdos en los que vivimos aquella época y curiosidad entre los más jóvenes. Estos paréntesis los imbuye con humor o ironía según el caso a la vez que no duda en invitar al lector a reflexionar sobre los puntos tratados, puesto que en ningún caso él pretende presentar verdades absolutas sobre el período histórico que cuenta dado que su objetivo es verter la pasión por la Songokumanía que le despertó a él y a los testimonios que pueblan el libro.
En definitiva, Songokumanía: El Big Bang del Manga invita a la nostalgia de los que vivimos aquella época analógica en la que se detenía el tiempo a la hora de ver en la televisión a Goku y compañía a la vez que nos permite conocer datos minuciosos de la Historia de Dragon Ball en nuestro país que se gestaron en el patio del colegio o entre las bambalinas de una editorial.


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